Me desperté con una canción en mi cabeza, no un himno o coro con el que estaba familiarizado sino una nueva canción. Me levanté y comencé a escribir los versículos, el coro y un puente de esa canción. Me alentó lo que estaba escrito; nunca puede ser compartido por nadie, pero calentó mi corazón y refrescó mi alma.
Eso me hizo pensar. ¿Cuántas veces ha estado activa la gracia de Dios en nuestras mentes para inspirar y alentar? ¿Cuántas veces lo hemos ignorado como solo un pensamiento pasajero o una fantasía fugaz? ¿Qué si ese pensamiento de pasar sobre un viejo amigo es en realidad el Espíritu Santo hablando? ¿Qué si esa «canción en la noche» necesita ser compartida con alguien? ¿Cuál es ese pensamiento loco sobre detenerse y hablar con el panhandler en el lado de la carretera y dar las Buenas Noticias (y algo tangible)? ¿Está nuestro Dios misericordioso nos empujando?
La influencia del Espíritu Santo
La influencia del Espíritu Santo es vasta y sin límite. La iglesia cree que santificar la gracia «incluye el impulso divino de crecer en la gracia un discípulo como Cristo» (Artículo de Fe 10.1). No se confine al santuario o a los momentos de devoción que tenemos cada día. He comenzado a darme cuenta de más y más de que Dios siempre está hablando (duh). Sí, lo digo. Dios siempre está hablando de nosotros: en los recuerdos, que podrían alentar la reconexión; en los sueños, que podrían convertirse en realidad; en los desafíos momentos, que podrían traer gracia a alguien.
Trabajar siempre
La gracia de Dios es siempre trabajando en nosotros y en nosotros, trabajando en nosotros para darnos forma a ser más como Él. ¿Cuántas cosas completamente extrañas hizo Jesús (caminar en el agua, convertir el agua en vino, tener un pez con una moneda en su boca para nombrar a pocos)? Estaba trabajando en nosotros para darnos fuerza y coraje para compartir con otros lo que ha compartido con nosotros.
Quiero ser más consciente de Su presencia. Quiero creer que anhela romper en nuestro mundo a través de nosotros. ¿No queremos todos eso? (Amén) Entonces, la próxima vez que habla, tan extraña como podría ser la idea o el pensamiento, tómese tiempo para pensar y luego actuar. Ese pensamiento loco podría solo cambiar el destino de alguien.